Hablando del ahogo de imágenes,
compartimos ahora un cortometraje que en ocho minutos presenta a 36 personajes
emergiendo lentamente en una habitación sin interactuar entre sí, todos
repitiendo su mismo gesto hasta generar el sentimiento de que será infinito.
Cada uno parece
realizar sus actividades rutinarias sin empatizar en absoluto con los otros;
tan acostumbrado a ver acciones que ya no se molesta en analizar, mucho menos
en estudiar con base en su juicio ¿acaso es posible desarrollarlo en un
ambiente así?
Comer, dormir, vestirse, llorar, arreglar una bombilla, hacer el pino
o fregar el suelo, son algunas de las actividades que se suceden. Todos ellos
se comportan como si no hubiera nadie a su alrededor. En cambio el espectador,
observador privilegiado, lo ve todo. La falta de elementos narrativos –tanto
escritos como verbales– contrasta con la acumulación de información visual y
con el contrapunto sonoro. Se escucha un tango y se repiten efectos sonoros
sincronizados.(*)
La animación fue escrita y dirigida por el polaco
Zbigniew Rybcznski, y en 1983 fue premiada como mejor cortometraje animado por
la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (The Academy).
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