1
Es mi cuarto, mi noche, mi cigarro.
Hora de Dios creciente.
Obscuro hueco aquí bajo mis manos.
Invento mi cuerpo, tiempo,
y ruinas de mi voz en mi garganta.
Apago silencio.
He aquí que me desnudo para habitar mi muerte.
Sombras en llamas has bajo mis parpados.
Penetro en la oquedad sin palabra posible,
en esa inimaginable orfandad de la luz
donde todo es intento, aproximado afán y cercanía.
Margie (Maryi) se llama.
Estaba yo con Dios dese el principio.
Él puso en mi corazón imposibles imágenes
y una gran libertad desconocida.
Voces llenas de ojos en el aire
corren la obscuridad, muros transitan.
(Lamento abandonado en la banqueta.
Un grito, a las once, buscando un policía.)
En el cuarto vecino dos amantes se matan.
Y música a pedradas quiebran cristales,
Rompe mujeres encinta.
En paz, sereno,
fumo mi nombre, recuerdo.
Porque caí, como una piedra en el agua,
o una hoja en el agua,
o un suspiro en el agua.
Caí como un ojo en una lágrima.
Y me sentí varón para toda humedad,
Suave en cualquier ternura,
lento en todo callar.
Fue el primero ¾hasta el último¾
en ser amor y olvido,
ni amor ni olvido.
(Porque soles opuestos…
siempre el mismo y distinto.
Igual que sangre en círculo, al corazón, igual.)
El porvenir que cae me filtra hasta perderse.
Yo soy: ahora, aquí, siempre, jamás.
Un barranco
y un ave.
(dos
alas caminan en el aire
y en
medio un madrigal.)
Un
barranco
(Ya no
lo dijo. Calló, de pronto,
hoscamente,
para callar.)
Un
(quien
sabe. Yo).
Cualquier cosa que se diga es verdad.
Antes de mi suicido estuve en un panal.
(Rosa ¾Maryi que ya
rosal,
cualquier muerte es mortal.)
Ahora voy a llorar.
2
Pero nací también (porque nací)
al sexto sol del día,
en el último vientre de mi madre.
(Mi madre es mujer
y no tuvo nada que ver con Dios.)
Hasta agotar sus senos me desprendí
(leche de flor bebí).
Mi padre me dijo: levántate y anda
a la escuela.
No he olvidado:
Aire,
piedra desecha por una decepción,
río, el alba antes de abrir los ojos
montaña el cielo sembrado de árboles,
vuelo
amor.
A los quince ya sabía deletrear una mujer,
(A la orilla del tren capullos de luciérnagas
maduraban luces, hojas. Ausencias.)
Yo traía
un amor reteadentro,
sin hablar, al fracaso.
Uva de soledad.
Sin luna el mar
Algas en el subsuelo de mis ojos.
(Mudé de piel a cada caricia.)
3
Margie, la luna es rusa.
El cuello de Margie es alto y blanco,
como de blando oro blanco. Ducal.
Y en sus redondos cabellos
mi mirada sueña.
Cuando me mira ¾algún día podría mirarme¾
la conozco de rosa de abril.
Yo me moriría, si pudiera morirme,
al pie de sus ojos en sazón.
(porque me duelen las manos de tanto no tocarla,
me duele el aire herido que a veces soy.)
palabras para el fin:
hebra
de anhelo, sol menguante
ovejas en la tarde sur.
Tibia la mansa hora de dormir
Que todos mueran a tiempo, Señor,
Que gocen, que sufran hoy.
Desampárame, Señor,
que no sepa quién soy.
Levanta las estrellas
y acuesta el reloj
… Y fue un día último cuando se hizo Dios.
5
Amanece de tarde. Sin sol.
(Para sus manos un guante: mi corazón.)
Yo le hubiera injertado mis labios
en sus muslos, de dos en dos.
Ya no me alegro cuando estoy triste.
Apenas frío. Minuto en ron.
A lo largo de mi todos los muertos
bien muertos son.
(A las 5. Puntuales.
En el número 5 del panteón.)
Y la tarde nerviosa, se sacudió
el roció llorón.
6
Entonces se enviaban suspiros en las rosas,
besos-palomas de balcón a balcón.
Pero la sucia noche revolvía alfileres,
sábanas, rezos,
cruces, luto de amor.
Caras agrias, en sombra, el deseo encendió.
(¡Cuántos
hijos tirados en paredes,
pañuelos,
muslos, manos, por Dios!)
Muro de agua, la angustia, se levantó.
Humo rojo en mis venas. Transfigurado cielo.
De polvo a polvo soy.
7
Mina de minerales obscuros, de ciegos diamantes
tala de esmeraldas.
Agua tierna del pájaro
(húmedas ya de música las ramas),
buches de piedras que hace la pequeña cascada.
Milperío de tortillas para el indio,
indios de amor quemado y brazos todavía
(le podan esperanzas a su genealogía).
Una vereda buscando la llanura.
Y una briza en mis ojos, de agua dura.
8
Magia de amor errante.
Fantasma, sombra, umbral.
Algo que soy, me viene a llevar.
(Hay un aroma obscuro
desde su cuello musical.)
Eso que nunca he dicho
empiezo a callar.
¡Lleva ya tanto tiempo
de ser fugaz!
(Le prestaré mis ojos
cuando quiera llorar.)
¡Cómo el viento en retazos,
cómo la lleva en granos,
cómo de azul cristal!
(Jaime Sabines)
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