viernes, 28 de diciembre de 2018

Nuestra propia nariz puede convertirse en un enemigo terrible, Amos Oz

Ahora quisiera contar hasta qué punto la literatura es siempre la respuesta, porque la literatura contiene un antídoto contra el fanatismo mediante la inyección de imaginación. Quisiera poder recetar sencillamente: leed literatura y os curaréis de vuestro fanatismo. Desgraciadamente, no es tan sencillo. Desgraciadamente, muchos poemas, muchas historias y dramas a lo largo de la historia se han utilizado para inflar el odio y la superioridad nacionalista.


A pesar de todo, hay ciertas obras literarias que creo pueden ayudar hasta cierto punto. No obran milagros pero pueden ayudar. Shakespeare puede ayudar mucho: todo extremismo, toda cruzada que no se compromete a llegar a un acuerdo, toda forma de fanatismo termina, tarde o temprano, en tragedia o comedia. Al final, el fanático nunca es más feliz ni está más satisfecho, así muera o se convierta en bufón. Es una buena inyección. Y Gogol también puede ayudar: hace tomar conciencia grotescamente a sus lectores de lo poco que sabemos, incluso cuando tenemos el ciento por ciento de razón. Gogol nos enseña que nuestra propia nariz puede convertirse en un enemigo terrible, incluso en un enemigo fanático. Y puede que uno acabe persiguiendo fanáticamente a su nariz. No es una mala lección. Kafka es un buen educador a este respecto, aunque estoy seguro de que nunca pretendió aleccionar con su obra contra el fanatismo. Pero Kafka nos muestra que también hay oscuridad y enigma cuando pensamos que no hemos hecho nada malo en absoluto. Eso ayuda. Hablaría mucho más de Kafka y Gogol y de la sutil conexión que veo entre ambos. Pero lo dejaremos para otros seminario. Pienso que William Faulkner puede ayudar. El poeta israelí Yehudi Amijai expresa todo esto mejor de lo que yo pudiera hacerlo cuando dice: “Donde tenemos razón no pueden crecer flores”. 

Amos Oz
Sobre la naturaleza del fanatismo
23 de enero de 2011

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Cuentame un cuento que pueda ser contado / edición Otoño. 1er lugar.

El camino

Por:

Cisneros Laguna, Miguel Ángel / Martínez Reyes, David / Ruiz Madrid, Mario / Rodríguez Orozco, Francisco Arturo

Corrección, edición y coautoría: Grupo de edición Trozos de Infinito.
TV Static. Por TBH-1138
Desperté en un pasillo extraño, no sabía cómo ni por qué llegué ahí, apenas sabía quién era. Me puse de pie. Detrás de mí había un muro, igual a los lados, solo tenía una opción para avanzar. Caminé durante un rato, a mi paso veía objetos de todo tipo: juguetes, herramientas, materiales, cosas que ni siquiera tenía idea de cuál pudiera ser su uso. No estaba como para ponerme a jugar, o averiguar cuál podría ser el uso de los objetos extraños, por lo que los ignoré por completo.
Después de un largo tramo el camino se dividió, había dos opciones. Elegí una sin revisar la lejanía, solo impulsé mi cuerpo sin pensar en uno de ellos. Pronto me encontré con un obstáculo. No era muy importante, sabía que con algo de esfuerzo lo podría cruzar, pero no tenía ganas de usar mi energía innecesariamente por lo que decidí dar media vuelta y revisar el otro camino.
Fue entonces que me percaté, detrás de mí había un muro bloqueando el camino por el que llegué ¿Cómo es que había aparecido ese muro de la nada?
Sin más opción que avanzar, continué hacia adelante, crucé aquel obstáculo y seguí caminando. Poco después encontré algo de comida y más objetos aleatorios. Solo comí y continúe sin revisar lo demás.
Me encontré con un nuevo obstáculo, esta vez me tomaría un gran esfuerzo cruzarlo. Intenté varias veces, pero no lo lograba, fue entonces que vino a mi mente la imagen de algunos de los objetos que estaban regados en el suelo los cuales me habrían facilitado el trabajo. No me servía de nada recordarlos, pues el muro me seguía a cada paso y no me dejaba volver a buscarlos.
Después de mucho tiempo y esfuerzo logré cruzar. Estaba exhausto y tenía mucha hambre. De pronto a lo lejos vi una mesa llena de alimentos. Sin pensar corrí hacia ella. Comí y bebí hasta que no pude más.
A partir de ese momento fui más despacio. Revisaba detenidamente los objetos que encontraba, y recogía aquellos que creía me serían de ayuda. Cada vez que me encontraba con un obstáculo, venía seguido de una comida. Mientras más difícil era el obstáculo, más grande era el banquete.
Cada vez había más caminos. Aprendí a diferenciar la dificultad de los caminos frente a mí. Caminaba a los sencillos cuando estaba cansado, y a los complicados cuando deseaba una buena comida. Seguí durante mucho tiempo. Me di cuenta de que me había acostumbrado a mi situación.
Fue entonces que comencé a notar que mi  fatiga crecía día a día y no se iba, aunque durmiera. Ya no podía más, mi cuerpo era pesado, mis pulmones débiles y mis energías escasas.
Poco después me encontré con una puerta. Estaba muy nervioso, tan ansioso que creí que me desmayaría pues, en todo el tiempo que estuve aquí, jamás hubo ni una sola puerta. Me armé de valor y entré de golpe, pero, no había nada, solo un sillón frente a un televisor apagado, un reproductor de cintas y montones de comida.
En el momento en que entré, la puerta desapareció detrás de mí. Me puse a inspeccionar el lugar y encontré una cinta que, sin nada más que hacer, la reproduje en la televisión  para enterarme que esta era una película de mi camino hasta aquí. Quedé aterrorizado al enterarme que el final de la película era el momento en el que crucé aquella puerta.

Lunes 15 de octubre de 2018

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Cuentame un cuento que pueda ser contado / edición Otoño. 2o lugar.


Bitácora de un detective

Por:

Gutiérrez Niño, Luis Carlos / Peña Malacatt, Mónica / Sotelo Carpio, Brandon / Valverde Benavides, Alejandro / Verduzco Díaz, David Eduardo

Corrección, edición y coautoría: Grupo de edición Trozos de Infinito.


Día 1
— Me llamo Diane Williams, tengo 30 años. Mi esposo era la mejor persona que haya conocido, era amable, muy responsable y maduro.
»Lo conocía desde hace once años. Fue en  la universidad donde nos vimos por primera vez. Fuimos novios durante cinco años, y como esposos duramos cinco más. Nuestra relación era muy común. Siempre nos apoyábamos el uno al otro en todo, a veces teníamos problemas, principalmente por situaciones que me imaginaba, pero eran los típicos de cada pareja: que si llegaba tarde, que por celos o porque no hacía algo que le pedía; aun así, yo lo amaba con todo mi corazón y alma.
»El mayordomo que tenemos se mudó con nosotros cuando nos casamos, pues él atendía a la familia de Benjamín antes de que sus padres se fueran de la ciudad por su retiro. Es un señor muy amable, siempre que necesitamos algo ahí está, incluso en cosas que ni siquiera son sus obligaciones nos ayuda, es el mejor.
»A Milton lo conocí hace poco, dos años, tal vez. Es muy agradable, nos conocimos en una fiesta de aniversario de la empresa, y a pesar del poco tiempo que lleva, me parece un tipo confiable.
»En los últimos meses sospechaba que Benjamín me engañaba con su secretaria. Llegaba tarde, se iba a otra habitación a contestar sus llamadas. Cuando crecieron mis sospechas sobre ella, fui a la empresa, entré a la oficina de Benjamín y ahí estaban… solos. Me quede muda no pude decir nada, culpa del coraje que sentía. Azoté la puerta y me fui a casa.
 »Cuando él llegó a casa, lo note enojado. De cierta forma, lo comprendí, ya que lo que yo había hecho presentándome en la empresa, había sido absurdo, la secretaria ni siquiera estaba cerca de él; aun así los celos me invadieron de nuevo y le reclamé a gritos.  Él me dijo que la secretaria solo había ido a entregarle unos documentos, pero no le creí. Le reclamé que ya no me dedicaba tiempo, que siempre estaba en su empresa, al grado de descuidar nuestra vida íntima. Él se defendió diciéndome que era una exagerada, que no me engañaba, si no que todo ocurría por otras excusas que se inventaba.
»Él se fue… se hartó de pelear. Me sentía enojada, triste, me odiaba por lo que provoqué; lo odiaba a él. Sentí ganas de terminar con nuestras vidas… no, no me vea de esa manera, no piense que yo… no tengo el valor para hacer algo así. Me quedé tirada en el suelo del cuarto no sé cuánto tiempo. Escuché que llamaron a la puerta, recordé que Milton vendría a casa para entregarle algunos papeles a mi esposo.
»Decidí darme una ducha y después escuché un grito. Fui a ver qué había ocurrido… y lo vi… tirado en el suelo del estudio… sin vida. Lloré desconsoladamente… lo abracé… sin importar si me engañaba o no… lo amaba… y me duele tanto que se haya ido.

Día 2
— Seguro, amable caballero. Por favor permítame que le sirva una taza de té caliente antes de responder sus preguntas.
            »Mi nombre es Cornelius, Cornelius Theodore Anderson, y como seguramente ya se ha podido dar cuenta, soy el mayordomo de la familia Williams.
            »O’, verá. Yo conocí al señor Williams, que en paz descanse, desde que usaba pañales ¡sí, señor! He atendido a la familia Williams desde hace más de 30 años. Con la reciente remodelación de la casa y el amueblado, podría decirse que soy lo más antiguo  en el lugar ¡jo, jo!
            »Sobre el joven Marks, es un viejo amigo y compañero del trabajo del Señor Williams, le puedo decir que es un agradable y visionario hombre, muy similar al finado. Lo visitaba seguido para discutir los negocios, así  que no era extraordinario encontrarlo en el hogar.
            »Siendo sincero, aún me resulta complicado asimilar todo esto que está pasando. Yo me encontraba poniendo la mesa y dejando todo listo para la cena. Apenas recuerdo que colocaba algunos cubiertos sobre la mesa, cuando llamaron a la puerta. Como era de esperarse, salí cual bala hacia la puerta de entrada, o al menos tan rápido como mis reumas me lo permitían, caray. Tan pronto abrí, me encontré con el joven Marks.
            »Luego de una cálida bienvenida, quedamos enfrascados en una breve conversación acerca de la vida, para después continuar con nuestros asuntos. Un momento después, descubrimos el terrible suceso, del que no necesito contarle los detalles.
            »Ahora que recuerdo, no había visto a la señora Frank en casi todo el día, lo digo porque hace visitas a casa continuamente... No soy quien para decirlo, pero siempre me ha parecido una persona… peculiar. Mire que tener el gusto de coleccionar serpientes exóticas resulta ser algo realmente… peculiar ¿no lo cree usted?


Día 3
— Mi nombre es Milton Marks. La verdad, es que estoy un poco confundido al mismo tiempo que indignado; pero entiendo que al estar presente en la escena del crimen, soy sospechoso.
            »Lo conocí cuando entré  a trabajar en su empresa. Nos llevábamos muy bien y poco a poco nos convertimos casi en hermanos.
            »Después  conocí a su esposa Diane. Es una señora con un carácter bastante fuerte, se notaba a leguas que algo andaba mal en su relación, pero realmente a mí no me incumbe esa situación.
            »¿Lorena? Cierto, La madre de Diane. No sé  mucho de ella, creo que solo la he visto un par de veces. Una mujer algo… peculiar. En una de las visitas que hice a casa de Benjamín, Cornelius me hizo pasar a la casa, me dijo a donde debía de dirigirme, pero entre tanta puerta confundí el camino y entré en la equivocada. Ahí estaba la madre de Diane con una serpiente entre sus manos, haciendo no sé qué cosa extraña, apretaba la cabeza de la serpiente contra la tapa de un frasco. Me quedé helado, no por la señora, sino por la serpiente. Ella, al percatarse de mi presencia, aventó la serpiente hacia atrás de ella como queriéndola ocultar, intentó decirme algo, pero no le di oportunidad de hacerlo porque yo salí espantado de ahí, me aterran esos bichos de sangre fría. ¡Caramba! siento escalofríos nomás de recordarlo.
» Respecto a Cornelius, solo sé  que Benjamín confiaba mucho en él lo consideraba como de su familia.
            »La empresa había hecho unas ventas muy buenas, así que tenía que entregar algunas facturas a Benjamín hasta su casa. Cuando llegué, me abrió el mayordomo, él fue quien me recibió aquella noche… cuando lo encontramos muerto.
            »Por lo que sé, Benjamín no tenía problemas con nadie, se llevaba muy bien con todos en la empresa; con esto que sucedió, al parecer alguien lo envidiaba por su gran éxito… le confieso, yo llegué a sentir envidia. Fue  un hombre muy afortunado: tenía riqueza, una bonita esposa… tenía toda la vida resuelta.

Día 4
— Me llamo Lorena Frank… Bueno, legalmente soy Lorena Johnson, pero desde que enviudé volví a utilizar mi nombre de soltera.
            »Pues conocí al pobre Benjamín cuando Diane me lo presentó, ellos ya llevaban varios años saliendo. En su momento me pareció muy encantador e inteligente, porque a tan corta edad estaba a punto de dirigir una importante empresa; pero con el pasar del tiempo, Diane me llamaba triste contándome sobre su frialdad y la poca importancia que él le daba a ella por estar en los negocios.
            »De mi querida hija ¡qué le puedo decir! La amo tanto. Ella siempre fue mi razón de vivir, mucho más después de que mi marido falleciera y estoy segura de que ella también me amaba, solo que al conocer a ese ambicioso hombre dejamos de tener contacto como solíamos.
            »El mayordomo siempre fue muy atento cuando yo visitaba la casa, tal vez tenía algo entre manos… pero no le puedo decir más.
            »El último muchacho que se encontraba aquel día fue un compañero de Benjamín. Lo he visto un par de veces pero él también solo parloteaba de negocios. No es por hablar mal de él, pero como en estas cosas de interrogatorios se tiene que hablar con la verdad, siempre me ha parecido un hipócrita, lleno de envidia de lo que mí querido Benjamín poseía ¡vaya colegas!
            »El día que ocurrió la tragedia, yo iba a visitar a mi querida Diane, pues no la había visto en mucho tiempo. Toqué varias veces la puerta, casi regresaba a mi casa porque creí que no había nadie, pero por fin abrieron la puerta… era mi hija. Estaba muy agitada y lloraba a más no poder, y me contó lo que sucedió. Yo no vi el crimen, solo me concentré en ayudar a Diane.
            »¿Que le puedo decir? Un hombre tan poderoso y adinerado puede tener varios enemigos.
            »¿Serpientes…? N…o sé de qué m…e habl… a sí, ya ni la recordaba a la pobre, tengo una… bueno no es mía… la encontré… no… la encontró… ¡ay¡ ya ni recuerdo cómo es que la tengo… no gusta una tacita de café… ¡ay¡ qué cosas digo, si estamos en la comisaria, usted me la podría ofrecer, tengo hambre, digo, sed.

Día 5
Han pasado ya varios días desde la muerte del Sr. Williams, cuatro sospechosos y vaya, quién diría que el menos esperado sería el culpable.
Aparentemente la señora Frank no tenía ningún motivo para asesinar a su yerno; sin embargo, como empresario exitoso tenía mucho que desear. Ella sabía perfectamente que la relación entre su hija y el Sr. Williams no estaba ya nada bien, así que decidió “darle una mano” a Diane al respecto ¿Qué mejor que su hija quedara viuda y como beneficiaria de toda su fortuna?
En el interrogatorio todo quedó claro. Los nervios acabaron con lo que ocultaba la señora Frank. Confesó todo.
Resultó que la señora Frank era toda una experta en serpientes, bueno, experta es un decir, ya que todo lo que sabía, lo aprendió de Wikipedia. Durante un par de meses, se abocó a buscar cuáles eran las serpientes más venenosas y aprender a ordeñar su veneno. Robó la llave de la puerta de servicio de la casa de su hija para poder entrar y salir con facilidad, sin que nadie lo notara. Una ocasión el asesinato se vio frustrado debido a que el amigo de Benjamín la vio en el cuarto de servicio ordeñando a la serpiente para sacar su veneno. Escapó lo más sigilosamente posible y decidió intentarlo días después, solo que para esa ocasión no llevaría a la serpiente, entendió que era una tontería hacerlo; así que extrajo el veneno antes de ir a la casa y cargó con una jeringa con él para inyectar al señor Williams.
Cuando entró en la casa, escuchó que su hija y Benjamín discutían en su habitación en el segundo piso. Se escondió bajo la escalera y esperó a que Benjamín bajara.
Benjamín bajó, y se quedó parado viendo cómo entraba un rayo de luz por la ventana, aun siendo algo tan simple, admiró la belleza del pequeño hilo luminoso. Él no lo notó, pero el hilo luminoso daba justo en la mirada del asesino que estaba tras de él.
Caminó hacia el estudio, y tras de él se acercó sin hacer ruido la señora Frank, el piso de madera rechinó, rápidamente volteo hacia atrás y a la par un jeringazo certero dio en su pecho; solo un grito pudo dar, se sintió paralizado y cayó al suelo. La señora Frank, aterrada de ver el rostro de Benjamín, con los ojos desorbitados debido al esfuerzo de querer gritar para pedir auxilio, cargó una vez más la jeringa, pero esta vez solo jalo el embolo hacia atrás, llenando la jeringa de aire.
—Lo siento m'ijito. Siempre supe que eras un buen partido para mi hija. — Dijo la señora Frank mientras hundía la jeringa en el corazón de William y descargaba la dosis de aire. En esta dosis, la muerte fue instantánea.

Nunca entenderé ese enfermizo amor de madre ¿cómo se le pudieron ocurrir tales atrocidades?
Ahora solo queda hacer justicia por aquel hombre.

Lunes 15 de octubre de 2018

lunes, 17 de diciembre de 2018

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Cuentame un cuento que pueda ser contado / edición Otoño. 3er lugar.


Un jueves poco común


Por:

Estrada Valdez Héctor Alexis / García Navarro Jazmín Andrea / Gutiérrez Guevara Joel / Torres Zavala Brandon Daniel / Vázquez Domínguez Janeth

Corrección, edición y coautoría: Grupo de edición Trozos de Infinito.

Cavern of Sirens. Por Karezoid
Era un día jueves, bastante lluvioso y frío. Cinco amigos decidieron salir de la universidad e ir a comprar unos libros que les costaría la vida sino los conseguían. Se dirigieron hacia el centro comercial, pero tenían poco dinero y tiempo; aunque acababan de salir de la escuela, en una hora tenían clase, necesitaban viajar muy rápido; entonces uno de ellos, viendo la desesperación y el miedo que los demás tenían, decidió revelarles la verdad sobre él, una verdad que los impactaría.
            Héctor les contó que era un hombre lobo y cuando se transformaba era gigantesco, así que podría llevarlos. Todos pusieron con cara de incredulidad, era imposible. Tomó valor y decidió mostrarles su transformación. Un alarido agudo de terror los asusto a todos, incluso a Héctor a pesar de la imponente apariencia que tenía. Joel fue el que grito. Todos lo voltearon a ver.
— Disculpen, así estornudo. Dijo Joel seriamente, para tratar de disimular en vano el terror que sintió al ver la transformación.
            En realidad todos se asustaron de ver la transformación, pero después reconocieron que aunque su aspecto cambió, seguía siendo el mismo de siempre.
            Él los ayudó cargándolos y los llevó a diversas librerías que había en la ciudad, sin embargo ninguna tenía los libros que necesitaban; entonces Joel les dijo al resto que también tenía un secreto.
            — Ya los sabemos Joel, fue un grito no un estornudo, nadie se creyó lo que nos dijiste. Dijo Janeth.
            — No, no es eso. Dijo Joel con su seriedad característica. Les confesó que él venía de un mundo debajo de la tierra, que contaba con la librería más grande del mundo, todo se encontraba ahí. Comenzó a guiarlos hacia la entrada de ese nuevo mundo y  les empezó a explicar que al hacerlo se encontrarían con horrorosas criaturas  y diversos obstáculos.
            Sus amigos no  lo tomaron de buena manera, se podía notar su miedo por las cosas que podrían encontrar en ese nuevo mundo; pero sabían que no había otra manera de encontrar los libros, era su única alternativa. Por fin decidieron ir rumbo a este nuevo mundo y siguieron a Joel, quien sería su guía.
            Una vez empezado el viaje, comenzaron a toparse con cosas que jamás habían imaginado, criaturas tan grandes y espantosas que solo con verlas se quedaban aterrorizados, cuerpos y expresiones tan diferentes a lo comúnmente visto. No sabían cómo reaccionar y durante la mayoría del viaje mantuvieron esa expresión de terror en su rostro.
            Antes de llegar a la librería tuvieron un pequeño percance, Héctor estaba bastante cansado de cargar a todos,  así que pidió un descanso. Todos bajaron de su espalda y éste volvió a su forma humana. Una  vez en el suelo los chicos decidieron sentarse en unas rocas que había ahí, mientras charlaban del increíble lío en que se habían metido para poder conseguir esos dichosos libros.
De pronto el suelo empezó a temblar ligeramente y a lo lejos se oía como si algo viniera, inmediatamente se levantaron y miraron a su alrededor, estaban completamente rodeados de unos seres extraños, aproximadamente de la misma estatura que ellos pero nada que ver en apariencia a la de los humanos. El grupo de amigos quedó paralizado del miedo. Un grito agudo lleno de terror retumbo en los oídos de todos, otra vez fue Joel, no tuvieron tiempo de reaccionar. Todo se volvió oscuro.

Janeth despertó unos cuantos minutos después, no tenía idea de cuánto tiempo había pasado. Volteó a su alrededor y se dio cuenta de que estaba atada y colgada de cabeza,  y al lado de ella estaban sus amigos en igualdad de circunstancias.
            Una  voz horrible y ronca empezó a hablar, diciendo una barbaridad de cosas que ellos no lograban entender; sin embargo dijo algo que les cayó como un balde de agua fría: si querían llegar a la librería y salir vivos de ahí tendrían que responder una adivinanza...
"Un plato de avellanas que de día se recogen y de noche se desparraman. ¿Qué es?".
Héctor rió ante lo tonta que era la adivinanza, pero inmediatamente se quedó callado al darse cuenta que no sabía la respuesta.
Entonces el miembro más inteligente del grupo, pensó en que sabía la respuesta y lo dijo sin titubear,
— ¡Un plato de cereal, por supuesto!, porque yo como cereal por la noche sin encender la luz, algunos se me caen al servirme y me da pereza recogerlos, y la mañana siguiente los recojo.
Obviamente esa no era la respuesta que se esperaba, así que habían quedado condenados por el aparente sabio del grupo; sin embargo, justo cuando las criaturas parecían estar a punto de atacarlos, el líder de los monstruos comenzó a reír, y el resto se detuvo de la acción que intentara hacer y lo observó,  entonces dijo,
—En realidad, es una de las dos posibles respuestas. Sólo un humano verdaderamente superdotado podría haber encontrado la segunda respuesta.
El grupo de amigos se quedó con cara de interrogante esperando que el líder de las criaturas diera la segunda respuesta, cosa que no hizo. Sin duda era algo atolondrado el líder. El resto de las criaturas comenzaron a aplaudirles y los liberaron. Los llevaron hasta la librería, pero ya estaba cerrada.
Finalmente había llegado el momento de que la última joven revelara su habilidad. Jazmín podía regresar el tiempo media hora a costo de que alguien esté dispuesto a perder su cabello.  Joel se ofreció como voluntario, pero nadie le hizo caso; después de tanto grito que dio ya nadie se tragaba su supuesta imagen de seriedad y valentía. Al mismo tiempo que Joel se ofreció Héctor, y sin chistar aceptaron su sacrificio.
Jazmín hizo lo suyo y regresaron en el tiempo, entraron a la librería, pudiendo comprar los libros necesitados. Volvieron rápidamente llevados por el ahora alopécico hombre lobo Héctor, y llegaron justo a tiempo a clases como si nada de lo acontecido en la última hora hubiera sucedido.

Lunes 15 de octubre de 2018