miércoles, 26 de diciembre de 2018

Cuentame un cuento que pueda ser contado / edición Otoño. 1er lugar.

El camino

Por:

Cisneros Laguna, Miguel Ángel / Martínez Reyes, David / Ruiz Madrid, Mario / Rodríguez Orozco, Francisco Arturo

Corrección, edición y coautoría: Grupo de edición Trozos de Infinito.
TV Static. Por TBH-1138
Desperté en un pasillo extraño, no sabía cómo ni por qué llegué ahí, apenas sabía quién era. Me puse de pie. Detrás de mí había un muro, igual a los lados, solo tenía una opción para avanzar. Caminé durante un rato, a mi paso veía objetos de todo tipo: juguetes, herramientas, materiales, cosas que ni siquiera tenía idea de cuál pudiera ser su uso. No estaba como para ponerme a jugar, o averiguar cuál podría ser el uso de los objetos extraños, por lo que los ignoré por completo.
Después de un largo tramo el camino se dividió, había dos opciones. Elegí una sin revisar la lejanía, solo impulsé mi cuerpo sin pensar en uno de ellos. Pronto me encontré con un obstáculo. No era muy importante, sabía que con algo de esfuerzo lo podría cruzar, pero no tenía ganas de usar mi energía innecesariamente por lo que decidí dar media vuelta y revisar el otro camino.
Fue entonces que me percaté, detrás de mí había un muro bloqueando el camino por el que llegué ¿Cómo es que había aparecido ese muro de la nada?
Sin más opción que avanzar, continué hacia adelante, crucé aquel obstáculo y seguí caminando. Poco después encontré algo de comida y más objetos aleatorios. Solo comí y continúe sin revisar lo demás.
Me encontré con un nuevo obstáculo, esta vez me tomaría un gran esfuerzo cruzarlo. Intenté varias veces, pero no lo lograba, fue entonces que vino a mi mente la imagen de algunos de los objetos que estaban regados en el suelo los cuales me habrían facilitado el trabajo. No me servía de nada recordarlos, pues el muro me seguía a cada paso y no me dejaba volver a buscarlos.
Después de mucho tiempo y esfuerzo logré cruzar. Estaba exhausto y tenía mucha hambre. De pronto a lo lejos vi una mesa llena de alimentos. Sin pensar corrí hacia ella. Comí y bebí hasta que no pude más.
A partir de ese momento fui más despacio. Revisaba detenidamente los objetos que encontraba, y recogía aquellos que creía me serían de ayuda. Cada vez que me encontraba con un obstáculo, venía seguido de una comida. Mientras más difícil era el obstáculo, más grande era el banquete.
Cada vez había más caminos. Aprendí a diferenciar la dificultad de los caminos frente a mí. Caminaba a los sencillos cuando estaba cansado, y a los complicados cuando deseaba una buena comida. Seguí durante mucho tiempo. Me di cuenta de que me había acostumbrado a mi situación.
Fue entonces que comencé a notar que mi  fatiga crecía día a día y no se iba, aunque durmiera. Ya no podía más, mi cuerpo era pesado, mis pulmones débiles y mis energías escasas.
Poco después me encontré con una puerta. Estaba muy nervioso, tan ansioso que creí que me desmayaría pues, en todo el tiempo que estuve aquí, jamás hubo ni una sola puerta. Me armé de valor y entré de golpe, pero, no había nada, solo un sillón frente a un televisor apagado, un reproductor de cintas y montones de comida.
En el momento en que entré, la puerta desapareció detrás de mí. Me puse a inspeccionar el lugar y encontré una cinta que, sin nada más que hacer, la reproduje en la televisión  para enterarme que esta era una película de mi camino hasta aquí. Quedé aterrorizado al enterarme que el final de la película era el momento en el que crucé aquella puerta.

Lunes 15 de octubre de 2018