miércoles, 19 de diciembre de 2018

Cuentame un cuento que pueda ser contado / edición Otoño. 2o lugar.


Bitácora de un detective

Por:

Gutiérrez Niño, Luis Carlos / Peña Malacatt, Mónica / Sotelo Carpio, Brandon / Valverde Benavides, Alejandro / Verduzco Díaz, David Eduardo

Corrección, edición y coautoría: Grupo de edición Trozos de Infinito.


Día 1
— Me llamo Diane Williams, tengo 30 años. Mi esposo era la mejor persona que haya conocido, era amable, muy responsable y maduro.
»Lo conocía desde hace once años. Fue en  la universidad donde nos vimos por primera vez. Fuimos novios durante cinco años, y como esposos duramos cinco más. Nuestra relación era muy común. Siempre nos apoyábamos el uno al otro en todo, a veces teníamos problemas, principalmente por situaciones que me imaginaba, pero eran los típicos de cada pareja: que si llegaba tarde, que por celos o porque no hacía algo que le pedía; aun así, yo lo amaba con todo mi corazón y alma.
»El mayordomo que tenemos se mudó con nosotros cuando nos casamos, pues él atendía a la familia de Benjamín antes de que sus padres se fueran de la ciudad por su retiro. Es un señor muy amable, siempre que necesitamos algo ahí está, incluso en cosas que ni siquiera son sus obligaciones nos ayuda, es el mejor.
»A Milton lo conocí hace poco, dos años, tal vez. Es muy agradable, nos conocimos en una fiesta de aniversario de la empresa, y a pesar del poco tiempo que lleva, me parece un tipo confiable.
»En los últimos meses sospechaba que Benjamín me engañaba con su secretaria. Llegaba tarde, se iba a otra habitación a contestar sus llamadas. Cuando crecieron mis sospechas sobre ella, fui a la empresa, entré a la oficina de Benjamín y ahí estaban… solos. Me quede muda no pude decir nada, culpa del coraje que sentía. Azoté la puerta y me fui a casa.
 »Cuando él llegó a casa, lo note enojado. De cierta forma, lo comprendí, ya que lo que yo había hecho presentándome en la empresa, había sido absurdo, la secretaria ni siquiera estaba cerca de él; aun así los celos me invadieron de nuevo y le reclamé a gritos.  Él me dijo que la secretaria solo había ido a entregarle unos documentos, pero no le creí. Le reclamé que ya no me dedicaba tiempo, que siempre estaba en su empresa, al grado de descuidar nuestra vida íntima. Él se defendió diciéndome que era una exagerada, que no me engañaba, si no que todo ocurría por otras excusas que se inventaba.
»Él se fue… se hartó de pelear. Me sentía enojada, triste, me odiaba por lo que provoqué; lo odiaba a él. Sentí ganas de terminar con nuestras vidas… no, no me vea de esa manera, no piense que yo… no tengo el valor para hacer algo así. Me quedé tirada en el suelo del cuarto no sé cuánto tiempo. Escuché que llamaron a la puerta, recordé que Milton vendría a casa para entregarle algunos papeles a mi esposo.
»Decidí darme una ducha y después escuché un grito. Fui a ver qué había ocurrido… y lo vi… tirado en el suelo del estudio… sin vida. Lloré desconsoladamente… lo abracé… sin importar si me engañaba o no… lo amaba… y me duele tanto que se haya ido.

Día 2
— Seguro, amable caballero. Por favor permítame que le sirva una taza de té caliente antes de responder sus preguntas.
            »Mi nombre es Cornelius, Cornelius Theodore Anderson, y como seguramente ya se ha podido dar cuenta, soy el mayordomo de la familia Williams.
            »O’, verá. Yo conocí al señor Williams, que en paz descanse, desde que usaba pañales ¡sí, señor! He atendido a la familia Williams desde hace más de 30 años. Con la reciente remodelación de la casa y el amueblado, podría decirse que soy lo más antiguo  en el lugar ¡jo, jo!
            »Sobre el joven Marks, es un viejo amigo y compañero del trabajo del Señor Williams, le puedo decir que es un agradable y visionario hombre, muy similar al finado. Lo visitaba seguido para discutir los negocios, así  que no era extraordinario encontrarlo en el hogar.
            »Siendo sincero, aún me resulta complicado asimilar todo esto que está pasando. Yo me encontraba poniendo la mesa y dejando todo listo para la cena. Apenas recuerdo que colocaba algunos cubiertos sobre la mesa, cuando llamaron a la puerta. Como era de esperarse, salí cual bala hacia la puerta de entrada, o al menos tan rápido como mis reumas me lo permitían, caray. Tan pronto abrí, me encontré con el joven Marks.
            »Luego de una cálida bienvenida, quedamos enfrascados en una breve conversación acerca de la vida, para después continuar con nuestros asuntos. Un momento después, descubrimos el terrible suceso, del que no necesito contarle los detalles.
            »Ahora que recuerdo, no había visto a la señora Frank en casi todo el día, lo digo porque hace visitas a casa continuamente... No soy quien para decirlo, pero siempre me ha parecido una persona… peculiar. Mire que tener el gusto de coleccionar serpientes exóticas resulta ser algo realmente… peculiar ¿no lo cree usted?


Día 3
— Mi nombre es Milton Marks. La verdad, es que estoy un poco confundido al mismo tiempo que indignado; pero entiendo que al estar presente en la escena del crimen, soy sospechoso.
            »Lo conocí cuando entré  a trabajar en su empresa. Nos llevábamos muy bien y poco a poco nos convertimos casi en hermanos.
            »Después  conocí a su esposa Diane. Es una señora con un carácter bastante fuerte, se notaba a leguas que algo andaba mal en su relación, pero realmente a mí no me incumbe esa situación.
            »¿Lorena? Cierto, La madre de Diane. No sé  mucho de ella, creo que solo la he visto un par de veces. Una mujer algo… peculiar. En una de las visitas que hice a casa de Benjamín, Cornelius me hizo pasar a la casa, me dijo a donde debía de dirigirme, pero entre tanta puerta confundí el camino y entré en la equivocada. Ahí estaba la madre de Diane con una serpiente entre sus manos, haciendo no sé qué cosa extraña, apretaba la cabeza de la serpiente contra la tapa de un frasco. Me quedé helado, no por la señora, sino por la serpiente. Ella, al percatarse de mi presencia, aventó la serpiente hacia atrás de ella como queriéndola ocultar, intentó decirme algo, pero no le di oportunidad de hacerlo porque yo salí espantado de ahí, me aterran esos bichos de sangre fría. ¡Caramba! siento escalofríos nomás de recordarlo.
» Respecto a Cornelius, solo sé  que Benjamín confiaba mucho en él lo consideraba como de su familia.
            »La empresa había hecho unas ventas muy buenas, así que tenía que entregar algunas facturas a Benjamín hasta su casa. Cuando llegué, me abrió el mayordomo, él fue quien me recibió aquella noche… cuando lo encontramos muerto.
            »Por lo que sé, Benjamín no tenía problemas con nadie, se llevaba muy bien con todos en la empresa; con esto que sucedió, al parecer alguien lo envidiaba por su gran éxito… le confieso, yo llegué a sentir envidia. Fue  un hombre muy afortunado: tenía riqueza, una bonita esposa… tenía toda la vida resuelta.

Día 4
— Me llamo Lorena Frank… Bueno, legalmente soy Lorena Johnson, pero desde que enviudé volví a utilizar mi nombre de soltera.
            »Pues conocí al pobre Benjamín cuando Diane me lo presentó, ellos ya llevaban varios años saliendo. En su momento me pareció muy encantador e inteligente, porque a tan corta edad estaba a punto de dirigir una importante empresa; pero con el pasar del tiempo, Diane me llamaba triste contándome sobre su frialdad y la poca importancia que él le daba a ella por estar en los negocios.
            »De mi querida hija ¡qué le puedo decir! La amo tanto. Ella siempre fue mi razón de vivir, mucho más después de que mi marido falleciera y estoy segura de que ella también me amaba, solo que al conocer a ese ambicioso hombre dejamos de tener contacto como solíamos.
            »El mayordomo siempre fue muy atento cuando yo visitaba la casa, tal vez tenía algo entre manos… pero no le puedo decir más.
            »El último muchacho que se encontraba aquel día fue un compañero de Benjamín. Lo he visto un par de veces pero él también solo parloteaba de negocios. No es por hablar mal de él, pero como en estas cosas de interrogatorios se tiene que hablar con la verdad, siempre me ha parecido un hipócrita, lleno de envidia de lo que mí querido Benjamín poseía ¡vaya colegas!
            »El día que ocurrió la tragedia, yo iba a visitar a mi querida Diane, pues no la había visto en mucho tiempo. Toqué varias veces la puerta, casi regresaba a mi casa porque creí que no había nadie, pero por fin abrieron la puerta… era mi hija. Estaba muy agitada y lloraba a más no poder, y me contó lo que sucedió. Yo no vi el crimen, solo me concentré en ayudar a Diane.
            »¿Que le puedo decir? Un hombre tan poderoso y adinerado puede tener varios enemigos.
            »¿Serpientes…? N…o sé de qué m…e habl… a sí, ya ni la recordaba a la pobre, tengo una… bueno no es mía… la encontré… no… la encontró… ¡ay¡ ya ni recuerdo cómo es que la tengo… no gusta una tacita de café… ¡ay¡ qué cosas digo, si estamos en la comisaria, usted me la podría ofrecer, tengo hambre, digo, sed.

Día 5
Han pasado ya varios días desde la muerte del Sr. Williams, cuatro sospechosos y vaya, quién diría que el menos esperado sería el culpable.
Aparentemente la señora Frank no tenía ningún motivo para asesinar a su yerno; sin embargo, como empresario exitoso tenía mucho que desear. Ella sabía perfectamente que la relación entre su hija y el Sr. Williams no estaba ya nada bien, así que decidió “darle una mano” a Diane al respecto ¿Qué mejor que su hija quedara viuda y como beneficiaria de toda su fortuna?
En el interrogatorio todo quedó claro. Los nervios acabaron con lo que ocultaba la señora Frank. Confesó todo.
Resultó que la señora Frank era toda una experta en serpientes, bueno, experta es un decir, ya que todo lo que sabía, lo aprendió de Wikipedia. Durante un par de meses, se abocó a buscar cuáles eran las serpientes más venenosas y aprender a ordeñar su veneno. Robó la llave de la puerta de servicio de la casa de su hija para poder entrar y salir con facilidad, sin que nadie lo notara. Una ocasión el asesinato se vio frustrado debido a que el amigo de Benjamín la vio en el cuarto de servicio ordeñando a la serpiente para sacar su veneno. Escapó lo más sigilosamente posible y decidió intentarlo días después, solo que para esa ocasión no llevaría a la serpiente, entendió que era una tontería hacerlo; así que extrajo el veneno antes de ir a la casa y cargó con una jeringa con él para inyectar al señor Williams.
Cuando entró en la casa, escuchó que su hija y Benjamín discutían en su habitación en el segundo piso. Se escondió bajo la escalera y esperó a que Benjamín bajara.
Benjamín bajó, y se quedó parado viendo cómo entraba un rayo de luz por la ventana, aun siendo algo tan simple, admiró la belleza del pequeño hilo luminoso. Él no lo notó, pero el hilo luminoso daba justo en la mirada del asesino que estaba tras de él.
Caminó hacia el estudio, y tras de él se acercó sin hacer ruido la señora Frank, el piso de madera rechinó, rápidamente volteo hacia atrás y a la par un jeringazo certero dio en su pecho; solo un grito pudo dar, se sintió paralizado y cayó al suelo. La señora Frank, aterrada de ver el rostro de Benjamín, con los ojos desorbitados debido al esfuerzo de querer gritar para pedir auxilio, cargó una vez más la jeringa, pero esta vez solo jalo el embolo hacia atrás, llenando la jeringa de aire.
—Lo siento m'ijito. Siempre supe que eras un buen partido para mi hija. — Dijo la señora Frank mientras hundía la jeringa en el corazón de William y descargaba la dosis de aire. En esta dosis, la muerte fue instantánea.

Nunca entenderé ese enfermizo amor de madre ¿cómo se le pudieron ocurrir tales atrocidades?
Ahora solo queda hacer justicia por aquel hombre.

Lunes 15 de octubre de 2018