Bitácora de un detective
Por:
Gutiérrez Niño, Luis Carlos / Peña Malacatt, Mónica / Sotelo
Carpio, Brandon / Valverde Benavides, Alejandro / Verduzco Díaz, David Eduardo
Corrección, edición y coautoría: Grupo
de edición Trozos de Infinito.
Día 1
— Me llamo Diane Williams, tengo 30 años.
Mi esposo era la mejor persona que haya conocido, era amable, muy responsable y
maduro.
»Lo conocía desde
hace once años. Fue en la universidad donde nos vimos por primera vez.
Fuimos novios durante cinco años, y como esposos duramos cinco más. Nuestra
relación era muy común. Siempre nos apoyábamos el uno al otro en todo, a veces
teníamos problemas, principalmente por situaciones que me imaginaba, pero eran
los típicos de cada pareja: que si llegaba tarde, que por celos o porque no
hacía algo que le pedía; aun así, yo lo amaba con todo mi corazón y alma.
»El mayordomo que
tenemos se mudó con nosotros cuando nos casamos, pues él atendía a la familia
de Benjamín antes de que sus padres se fueran de la ciudad por su retiro. Es un
señor muy amable, siempre que necesitamos algo ahí está, incluso en cosas que
ni siquiera son sus obligaciones nos ayuda, es el mejor.
»A Milton lo
conocí hace poco, dos años, tal vez. Es muy agradable, nos conocimos en una
fiesta de aniversario de la empresa, y a pesar del poco tiempo que lleva, me
parece un tipo confiable.
»En los últimos
meses sospechaba que Benjamín me engañaba con su secretaria. Llegaba tarde, se
iba a otra habitación a contestar sus llamadas. Cuando crecieron mis sospechas
sobre ella, fui a la empresa, entré a la oficina de Benjamín y ahí estaban…
solos. Me quede muda no pude decir nada, culpa del coraje que sentía. Azoté la
puerta y me fui a casa.
»Cuando él
llegó a casa, lo note enojado. De cierta forma, lo comprendí, ya que lo que yo
había hecho presentándome en la empresa, había sido absurdo, la secretaria ni
siquiera estaba cerca de él; aun así los celos me invadieron de nuevo y le
reclamé a gritos. Él me dijo que la secretaria solo había ido a
entregarle unos documentos,
pero no le creí. Le reclamé que ya no me dedicaba tiempo, que siempre estaba en
su empresa, al grado de descuidar nuestra vida íntima. Él se defendió
diciéndome que era una exagerada, que no me engañaba, si no que todo ocurría
por otras excusas que se inventaba.
»Él se fue… se
hartó de pelear. Me sentía enojada, triste, me odiaba por lo que provoqué; lo
odiaba a él. Sentí ganas de terminar con nuestras vidas… no, no me vea de esa
manera, no piense que yo… no tengo el valor para hacer algo así. Me quedé
tirada en el suelo del cuarto no sé cuánto tiempo. Escuché que llamaron a la
puerta, recordé que Milton vendría a casa para entregarle algunos papeles a mi
esposo.
»Decidí darme una
ducha y después escuché un
grito. Fui a ver qué había ocurrido… y lo vi… tirado en el suelo del estudio…
sin vida. Lloré desconsoladamente… lo abracé… sin importar si me engañaba o no…
lo amaba… y me duele tanto que se haya ido.
Día 2
— Seguro, amable caballero. Por favor
permítame que le sirva una taza de té caliente antes de responder sus
preguntas.
»Mi nombre es Cornelius, Cornelius Theodore Anderson, y como seguramente ya se
ha podido dar cuenta, soy el mayordomo de la familia Williams.
»O’, verá. Yo conocí al señor Williams, que en paz descanse, desde que usaba
pañales ¡sí, señor! He atendido a la familia Williams desde hace más de 30
años. Con la reciente remodelación de la casa y el amueblado, podría decirse
que soy lo más antiguo en el lugar ¡jo, jo!
»Sobre el joven Marks, es un
viejo amigo y compañero del trabajo del Señor Williams, le puedo decir que es
un agradable y visionario hombre, muy similar al finado. Lo visitaba seguido
para discutir los negocios, así que no era extraordinario encontrarlo en
el hogar.
»Siendo sincero, aún me resulta complicado asimilar todo esto que está pasando.
Yo me encontraba poniendo la mesa y dejando todo listo para la cena. Apenas
recuerdo que colocaba algunos cubiertos sobre la mesa, cuando llamaron a la
puerta. Como era de esperarse, salí cual bala hacia la puerta de entrada, o al
menos tan rápido como mis reumas me lo permitían, caray. Tan pronto abrí, me
encontré con el joven Marks.
»Luego de una cálida bienvenida, quedamos enfrascados en una breve conversación
acerca de la vida, para después continuar con nuestros asuntos. Un momento
después, descubrimos el terrible suceso, del que no necesito contarle los
detalles.
»Ahora que recuerdo, no había visto a la señora Frank en casi todo el día, lo
digo porque hace visitas a casa continuamente... No soy quien para decirlo,
pero siempre me ha parecido una persona… peculiar. Mire que tener el gusto de
coleccionar serpientes exóticas resulta ser algo realmente… peculiar ¿no lo
cree usted?
Día 3
— Mi nombre es Milton Marks. La verdad,
es que estoy un poco confundido al mismo tiempo que indignado; pero entiendo
que al estar presente en la escena del crimen, soy sospechoso.
»Lo conocí cuando entré a trabajar en su empresa. Nos llevábamos muy bien
y poco a poco nos convertimos casi en hermanos.
»Después conocí a su esposa Diane. Es una señora con un carácter bastante
fuerte, se notaba a leguas que algo andaba mal en su relación, pero realmente a
mí no me incumbe esa situación.
»¿Lorena?
Cierto, La madre de Diane. No sé mucho de ella, creo que solo la he visto
un par de veces. Una mujer algo… peculiar. En una de las visitas que hice a
casa de Benjamín, Cornelius me hizo pasar a la casa, me dijo a donde debía de
dirigirme, pero entre tanta puerta confundí el camino y entré en la equivocada.
Ahí estaba la madre de Diane con una serpiente entre sus manos, haciendo no sé
qué cosa extraña, apretaba la cabeza de la serpiente contra la tapa de un
frasco. Me quedé helado, no por la señora, sino por la serpiente. Ella, al percatarse
de mi presencia, aventó la serpiente hacia atrás de ella como queriéndola
ocultar, intentó decirme algo, pero no le di oportunidad de hacerlo porque yo
salí espantado de ahí, me aterran esos bichos de sangre fría. ¡Caramba! siento
escalofríos nomás de recordarlo.
» Respecto a
Cornelius, solo sé que Benjamín confiaba mucho en él lo consideraba como
de su familia.
»La empresa había hecho unas ventas muy buenas, así que tenía que entregar
algunas facturas a Benjamín hasta su casa. Cuando llegué, me abrió el
mayordomo, él fue quien me recibió aquella noche… cuando lo encontramos muerto.
»Por lo que sé, Benjamín no tenía problemas con nadie, se llevaba muy bien con
todos en la empresa; con esto que sucedió, al parecer alguien lo envidiaba por
su gran éxito… le confieso, yo llegué a sentir envidia. Fue un hombre muy
afortunado: tenía riqueza, una bonita esposa… tenía toda la vida resuelta.
Día 4
— Me llamo Lorena Frank… Bueno,
legalmente soy Lorena Johnson, pero desde que enviudé volví a utilizar mi
nombre de soltera.
»Pues conocí al pobre Benjamín cuando Diane me lo presentó, ellos ya llevaban
varios años saliendo. En su momento me pareció muy encantador e inteligente,
porque a tan corta edad estaba a punto de dirigir una importante empresa; pero
con el pasar del tiempo, Diane me llamaba triste contándome sobre su frialdad y
la poca importancia que él le daba a ella por estar en los negocios.
»De mi querida hija ¡qué le puedo decir! La amo tanto. Ella siempre fue mi
razón de vivir, mucho más después de que mi marido falleciera y estoy segura de
que ella también me amaba, solo que al conocer a ese ambicioso hombre dejamos
de tener contacto como solíamos.
»El mayordomo siempre fue muy atento cuando yo visitaba la casa, tal vez tenía
algo entre manos… pero no le puedo decir más.
»El último muchacho que se encontraba aquel día fue un compañero de Benjamín.
Lo he visto un par de veces pero él también solo parloteaba de negocios. No es
por hablar mal de él, pero como en estas cosas de interrogatorios se tiene que
hablar con la verdad, siempre me ha parecido un hipócrita, lleno de envidia de
lo que mí querido Benjamín poseía ¡vaya colegas!
»El día que ocurrió la tragedia, yo iba a visitar a mi querida Diane, pues no
la había visto en mucho tiempo. Toqué varias veces la puerta, casi regresaba a
mi casa porque creí que no había nadie, pero por fin abrieron la puerta… era mi
hija. Estaba muy agitada y lloraba a más no poder, y me contó lo que sucedió.
Yo no vi el crimen, solo me concentré en ayudar a Diane.
»¿Que le puedo decir? Un hombre tan poderoso y adinerado puede tener varios
enemigos.
»¿Serpientes…? N…o sé de qué m…e habl… a sí, ya ni la recordaba a la pobre,
tengo una… bueno no es mía… la encontré… no… la encontró… ¡ay¡ ya ni recuerdo
cómo es que la tengo… no gusta una tacita de café… ¡ay¡ qué cosas digo, si
estamos en la comisaria, usted me la podría ofrecer, tengo hambre, digo, sed.
Día 5
Han pasado ya varios días desde la muerte
del Sr. Williams, cuatro sospechosos y vaya, quién diría que el menos esperado
sería el culpable.
Aparentemente la
señora Frank no tenía ningún motivo para asesinar a su yerno; sin embargo, como
empresario exitoso tenía mucho que desear. Ella sabía perfectamente que la
relación entre su hija y el Sr. Williams no estaba ya nada bien, así que
decidió “darle una mano” a Diane al respecto ¿Qué mejor que su hija quedara
viuda y como beneficiaria de toda su fortuna?
En el
interrogatorio todo quedó claro. Los nervios acabaron con lo que ocultaba la
señora Frank. Confesó todo.
Resultó que la
señora Frank era toda una experta en serpientes, bueno, experta es un decir, ya
que todo lo que sabía, lo aprendió de Wikipedia. Durante un par de meses, se
abocó a buscar cuáles eran las serpientes más venenosas y aprender a ordeñar su
veneno. Robó la llave de la puerta de servicio de la casa de su hija para poder
entrar y salir con facilidad, sin que nadie lo notara. Una ocasión el asesinato
se vio frustrado debido a que el amigo de Benjamín la vio en el cuarto de
servicio ordeñando a la serpiente para sacar su veneno. Escapó lo más
sigilosamente posible y decidió intentarlo días después, solo que para esa
ocasión no llevaría a la serpiente, entendió que era una tontería hacerlo; así
que extrajo el veneno antes de ir a la casa y cargó con una jeringa con él para
inyectar al señor Williams.
Cuando entró en
la casa, escuchó que su hija y Benjamín discutían en su habitación en el
segundo piso. Se escondió bajo la escalera y esperó a que Benjamín bajara.
Benjamín bajó, y
se quedó parado viendo cómo entraba un rayo de luz por la ventana, aun siendo
algo tan simple, admiró la belleza del pequeño hilo luminoso. Él no lo notó,
pero el hilo luminoso daba justo en la mirada del asesino que estaba tras de
él.
Caminó hacia el
estudio, y tras de él se acercó sin hacer ruido la señora Frank, el piso de
madera rechinó, rápidamente volteo hacia atrás y a la par un jeringazo certero
dio en su pecho; solo un grito pudo dar, se sintió paralizado y cayó al suelo.
La señora Frank, aterrada de ver el rostro de Benjamín, con los ojos
desorbitados debido al esfuerzo de querer gritar para pedir auxilio, cargó una
vez más la jeringa, pero esta vez solo jalo el embolo hacia atrás, llenando la
jeringa de aire.
—Lo siento
m'ijito. Siempre supe que eras un buen partido para mi hija. — Dijo la señora
Frank mientras hundía la jeringa en el corazón de William y descargaba la dosis
de aire. En esta dosis, la muerte fue instantánea.
Nunca entenderé ese enfermizo amor de
madre ¿cómo se le pudieron ocurrir tales atrocidades?
Ahora solo queda
hacer justicia por aquel hombre.
Lunes 15 de octubre de 2018